Daños en el ecosistema
El Parque Natural de la Albufera se constituye como uno de los ecosistemas clave a nivel europeo en cuanto a biodiversidad ornitológica. Este humedal litoral alberga una gran diversidad de hábitats como lagunas, arrozales, litoral y bosques de ribera, que permiten la coexistencia de una amplia variedad de aves residentes, migratorias y de paso. Asimismo, cuenta con diversas áreas de reserva como el Tancat de la Pipa y el Racó de l’Olla, que cumplen una función esencial en la conservación de las especies, protegiendo zonas de implantación clave para su crecimiento y desarrollo. Situado junto al litoral mediterráneo y encontrándose justo en el cruce de dos de las principales rutas migratorias europeas, el Parque Natural de la Albufera funciona como zona de cría y de paso para una gran cantidad de aves migratorias, que se verían tremendamente afectadas si ya no pudieran contar con esta zona.
La Albufera de València se originó gracias al cierre del antiguo golfo de València, aislándolo así del mar Mediterráneo. Las aportaciones sedimentarias de los ríos Turia y Júcar, así como las corrientes marinas en dirección norte-sur, han favorecido la deposición de materiales sedimentarios y orgánicos que permitieron la formación del cordón litoral sobre el cual se extiende la Devesa del Saler, dando lugar a la aparición del lago. Lo que hoy conocemos como Parque Natural de la Albufera en este espacio litoral es un conjunto de ecosistemas y ambientes distintos que han ido evolucionando por razones naturales y artificiales, ya que el interés humano también ha jugado un papel clave en la modificación de este paraje.
Durante los meses de invierno, la Albufera acoge miles de aves acuáticas que utilizan el parque como lugar de invernada. Algunas especies llegan desde regiones mucho más septentrionales, huyendo del frío extremo, mientras que otras hacen de este espacio su refugio habitual en esta estación. La presencia de estas aves no solo representa un valor ecológico incalculable, sino también un indicador directo de la salud del ecosistema y de los corredores migratorios. Las aves migradoras son las más vulnerables, necesitando de diversos lugares a lo largo de la ruta para descansar y alimentarse, lo que las hace especialmente sensibles a la pérdida de hábitats y al cambio climático. Las aves limícolas, al ser aves migradoras, están calificadas como aves en grave amenaza o en peligro de extinción. Dentro de la Albufera encontramos aves limícolas como el chorlitejo patinegro y la agachadiza común, que sufren un descenso de su población y que ya se encuentran en amenaza mayor.
El peligroso declive de las aves migradoras es señal de que la integridad de las rutas migratorias se está deteriorando. Perder la red de hábitats de los cuales dependen las aves para descansar y alimentarse durante sus largos viajes podría tener graves consecuencias para los millones de personas que dependen de estos lugares, así como para las propias aves, añade el Dr. Barend van Gemerden, Coordinador Mundial de Rutas Migratorias, BirdLife International.
La ONG SEO/BirdLife cuenta con diversos proyectos en los que trabaja de la mano de los ayuntamientos costeros y diversas administraciones para la conservación y protección del chorlitejo patinegro y las playas y cordones dunares en los que habita, fomentando la creación de más playas naturales compatibles con el uso público. Asimismo, también ayudan difundiendo contenido divulgativo para el público general, sensibilizando y aportando soluciones reales.
Fig. 2. SEO/BirdLife. Campaña por el Chorlitejo patinegro.
No obstante, el parque atraviesa en la actualidad su momento más crítico hasta la fecha como consecuencia de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que tuvo lugar el 29 de octubre de 2024. Este fenómeno meteorológico extremo provocó alteraciones hidrológicas graves como el vertido incontrolado de aguas residuales al parque y la desalinización de la laguna por la entrada de agua dulce procedente del río, la destrucción de hábitats por la riada y la llegada masiva de residuos plásticos y otros contaminantes arrastrados por la corriente. Todo ello ha tenido consecuencias directas sobre las aves migradoras, alterando sus patrones de presencia y comportamiento. El biólogo Callum Roberts nos advierte sobre los problemas que puede implicar para la salud la descomposición del plástico en aguas:
«En un experimento japonés, unas láminas de poliestireno empapadas de agua de mar durante varios días acabaron por incorporar PCB. Cuando se descomponen, las partículas de plástico liberan compuestos tóxicos como retardantes de llama, estireno, ftalatos y bisfenol A. Estas toxinas tienen efectos adversos incluso en concentraciones mínimas tanto sobre la fauna como sobre nosotros.»
La laguna de la Albufera se encuentra en un momento muy crítico. Tras ser arrasada por la reciente DANA, este verano sus aguas están sufriendo un calentamiento anormal, alcanzando temperaturas de más de 30 °C. El aumento térmico del agua de la Albufera ha provocado que se acelere la aparición de tonos marrones en el humedal, producidos por la muerte natural del fitoplancton de las algas verdes y la degradación de la clorofila. Este sobrecalentamiento ha obligado a las autoridades pertinentes a una apertura más prolongada de las compuertas que cierran el acceso de la laguna al mar, con el objetivo de reducir la temperatura y proteger el ecosistema del parque. Sin embargo, tanto el aumento de la temperatura del lago como la entrada excesiva de agua marina dentro de la laguna podrían resultar en un desastre ecológico.
Ante esta situación, son numerosos los ecologistas que alertan sobre los problemas medioambientales que sufrirá el parque si la nueva ampliación del Puerto de València se lleva a cabo. Esta construcción cambiaría la dirección de las corrientes marinas, lo que resultaría en la progresiva regresión de las playas al sur de València. Hablamos de un proyecto que podría alterar el equilibrio hídrico del litoral, favoreciendo la intrusión de agua salada en las zonas de agua dulce del parque, lo que afectaría gravemente a los arrozales, la vegetación de ribera y la biodiversidad acuática, especialmente a especies sensibles como la cerceta pardilla. Este fenómeno ya ha podido observarse en otras playas del litoral valenciano, como la de la playa de la Babilònia en Guardamar del Segura, donde la construcción del nuevo dique en la desembocadura del río Segura, junto con la subida del nivel del mar por el cambio climático, ha provocado la regresión de la playa, lo que supone la pérdida de hábitat para algunas especies.
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